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JAPÓN Y SU PASIÓN POR EL PAN DE ORO

07/05/2024

Es difícil saber exactamente cuándo llegó el oro a Japón. Se han encontrado algunos artículos de oro en los túmulos funerarios del periodo Kofun, por lo que parece claro que llegó a Japón procedente de China y a través de la península coreana a finales del siglo V.

No obstante, en aquella época no era un material que la gente común pudiera ver demasiado. Con la llegada del budismo a Japón en el siglo VI, sin embargo, la cosa cambió. Tanto los altares budistas como muchos templos budistas comenzaron a decorarse con oro, aumentando el contacto de la gente común con este material.

Del oro en el budismo a la cotidianidad

Pensemos en el recubrimiento dorado del Gran Buda del templo Todai-ji de Nara, por ejemplo, construido a mediados del siglo VIII. O en el espectacular salón dorado Konjiki-do del templo Chuson-ji de Hiraizumi, construido a comienzos del siglo XII. En ambos casos, se usó oro de la antigua provincia de Mutsu (actual región de Tohoku) y la extracción de oro se extendió por todo el país.

A partir de ahí, Japón se convirtió en uno de los mayores productores de oro del mundo. Además, gracias a la creciente producción de pan de oro en Kanazawa (siglo XVI), se fue añadiendo pan de oro no sólo a templos y altares budistas, como el que recubre el Buda del Salón del Fénix del templo Byodo-in de Uji (siglo XI) o el famoso pabellón dorado del templo Kinkaku-ji de Kioto (siglo XIV) sino también a los grandes biombos elaborados por la escuela Kano (siglo XVI), por ejemplo, que decoraban los grandes castillos y palacios de la nobleza en la época de guerras por la unificación de Japón. O los enormes shachihoko, amuletos contra el fuego que se colocaron en esa época en la cima de los castillos para protegerlos de los incendios y que comúnmente, como por ejemplo los del castillo de Nagoya, se cubrían de pan de oro.

Posteriormente, con la paz que llegó de la mano del shogunato Tokugawa, ya en el siglo XVII, las clases bajas ganaron poder adquisitivo y el uso del oro y el pan de oro se incrementó también en todo tipo de telas y tejidos de alta calidad, que pasaron a usar hilos y pan de oro en sus diseños, así como en artículos y artesanías populares, desde cajas lacadas y decoradas en oro hasta bolas temari hechas con hilo de oro o de plata.

De hecho, a comienzos del siglo XVII se construyó en Nikko, al noreste de Tokio, el santuario Toshogu. De todos los elementos maravillosos que se pueden contemplar en el santuario, sin duda alguna el visitante quedará embelesado frente a la puerta Yomei-mon. Con sus más de 500 tallas de madera, la puerta sorprende por sus lacados y su uso extensivo del pan de oro, pues está cubierta por unas 240 000 láminas de pan de oro de Kanazawa.

Las minas de oro de Sado

A comienzos del periodo Edo (siglo XVII) se descubrió en la isla de Sado, situada frente a la costa de Niigata, una gran veta de oro y plata. Las minas de Sado, que produjeron grandes cantidades de monedas de oro llamadas koban, se convirtieron en las más importantes del país, razón por la cual estuvieron controladas directamente por el shogunato Tokugawa.

Las minas se explotaron hasta finales del siglo XX, cuando finalmente cerraron sus puertas en 1989. Hoy pueden visitarse y permiten descubrir cómo funcionaba la extracción de plata y oro y qué se hacía con todo el material extraído.

Japón y su pasión por el pan de oro

Es difícil saber exactamente cuándo llegó el oro a Japón. Se han encontrado algunos artículos de oro en los túmulos funerarios del periodo Kofun, por lo que parece claro que llegó a Japón procedente de China y a través de la península coreana a finales del siglo V.

No obstante, en aquella época no era un material que la gente común pudiera ver demasiado. Con la llegada del budismo a Japón en el siglo VI, sin embargo, la cosa cambió. Tanto los altares budistas como muchos templos budistas comenzaron a decorarse con oro, aumentando el contacto de la gente común con este material.

Del oro en el budismo a la cotidianidad

Pensemos en el recubrimiento dorado del Gran Buda del templo Todai-ji de Nara, por ejemplo, construido a mediados del siglo VIII. O en el espectacular salón dorado Konjiki-do del templo Chuson-ji de Hiraizumi, construido a comienzos del siglo XII. En ambos casos, se usó oro de la antigua provincia de Mutsu (actual región de Tohoku) y la extracción de oro se extendió por todo el país.

A partir de ahí, Japón se convirtió en uno de los mayores productores de oro del mundo. Además, gracias a la creciente producción de pan de oro en Kanazawa (siglo XVI), se fue añadiendo pan de oro no sólo a templos y altares budistas, como el que recubre el Buda del Salón del Fénix del templo Byodo-in de Uji (siglo XI) o el famoso pabellón dorado del templo Kinkaku-ji de Kioto (siglo XIV) sino también a los grandes biombos elaborados por la escuela Kano (siglo XVI), por ejemplo, que decoraban los grandes castillos y palacios de la nobleza en la época de guerras por la unificación de Japón. O los enormes shachihoko, amuletos contra el fuego que se colocaron en esa época en la cima de los castillos para protegerlos de los incendios y que comúnmente, como por ejemplo los del castillo de Nagoya, se cubrían de pan de oro.

Posteriormente, con la paz que llegó de la mano del shogunato Tokugawa, ya en el siglo XVII, las clases bajas ganaron poder adquisitivo y el uso del oro y el pan de oro se incrementó también en todo tipo de telas y tejidos de alta calidad, que pasaron a usar hilos y pan de oro en sus diseños, así como en artículos y artesanías populares, desde cajas lacadas y decoradas en oro hasta bolas temari hechas con hilo de oro o de plata.

De hecho, a comienzos del siglo XVII se construyó en Nikko, al noreste de Tokio, el santuario Toshogu. De todos los elementos maravillosos que se pueden contemplar en el santuario, sin duda alguna el visitante quedará embelesado frente a la puerta Yomei-mon. Con sus más de 500 tallas de madera, la puerta sorprende por sus lacados y su uso extensivo del pan de oro, pues está cubierta por unas 240 000 láminas de pan de oro de Kanazawa.

Las minas de oro de Sado

A comienzos del periodo Edo (siglo XVII) se descubrió en la isla de Sado, situada frente a la costa de Niigata, una gran veta de oro y plata. Las minas de Sado, que produjeron grandes cantidades de monedas de oro llamadas koban, se convirtieron en las más importantes del país, razón por la cual estuvieron controladas directamente por el shogunato Tokugawa.

Las minas se explotaron hasta finales del siglo XX, cuando finalmente cerraron sus puertas en 1989. Hoy pueden visitarse y permiten descubrir cómo funcionaba la extracción de plata y oro y qué se hacía con todo el material extraído.

Este post es fruto de la colaboración con el blog de cultura japonesa Japonismo. Texto y fotos:  © Luis Rodríguez y Laura Tomás.