DESCUBRA LEXUS

ESPÍRITU INNOVADOR

El arte de pasar una tradición de generación en generación.

Algunas expresiones artísticas son de un gusto tan exquisito que no se limitan a sobrevivir el paso de los siglos, sino que más bien se ennoblecen con el devenir del tiempo.

El elaborado método del tallado de cristal Edo Kiriko es un ejemplo perfecto de esta innegable realidad. De hecho, los artesanos que siguen practicando este oficio con 200 años de antigüedad se enorgullecen de poder dar perpetuidad a esta práctica tan rica como apreciada. No obstante, no se debe olvidar que son artesanos que pertenecen a estos tiempos y que procuran limitar su trabajo, para lo cual lo definen como estrictamente tradicional.

“‘Tradición’ es una palabra que abarca muchos significados diferentes”, aclara Yoshiro Kobayashi, que pertenece a la tercera generación de artesanos de Edo Kiriko. “Ni es algo que se les impone a los demás, ni algo que se arrastra consigo, [sino que es] algo que nace, en mi opinión, de las actividades que el ser humano realiza cada día y que florece de forma natural a partir de la repetición de esa práctica.... Es algo que logra que todo esté conectado”.

En el arte de Edo Kiriko, resulta fundamental que se realicen numerosas repeticiones de gran precisión, por lo que los artesanos que aspiran a dominarlo deben dedicar años y años de entrenamiento y práctica. Kobayashi, al igual que muchos de sus compañeros, empezó su formación con tan solo 13 años, edad a la que entró en el taller de su padre.

“[En aquel entonces] se aprendía observando a los artesanos más expertos acompañándolos en todo momento, hasta tal punto de que se pasaban incluso 10 horas al día de práctica”, relata. “Era un trabajo extenuante”.

Se esforzó sobremanera por mejorar sus habilidades y confiesa que no se sintió un verdadero profesional hasta que sus compañeros le dieron un reconocimiento que se materializó con un premio especial a la edad de 33 años. El aprendizaje de este oficio es exigente en todas sus facetas, por lo que es imprescindible invertir años de formación para dominarlo. Y es que esta técnica de tallado de cristal, que nació en la zona de Tokio a finales del periodo Edo, requiere un elevado nivel de meticulosidad y de perfección, una característica común en la cultura japonesa, en la que predomina la máxima atención a los detalles.

“LOS JAPONESES SON CÉLEBRES POR PRESTAR ATENCIÓN A LOS DETALLES MÁS NIMIOS”, EXPLICA KOBAYASHI. “CUIDAN CADA UNO DE ELLOS... Y LO HACEN CASI SIN DARSE CUENTA. ES ALGO QUE SE HA CONVERTIDO EN UN MODO DE VIDA DE FORMA INCONSCIENTE”.

Yoshiro Kobayashi, artesano de Edo Kiriko

Kobayashi está convencido de que la calidad insuperable de sus productos acabados radica en la complejidad de su trabajo, así como en la enorme satisfacción que siente con la práctica de su oficio.

“No me cabe duda de que esta filosofía impregna especialmente la obra de los artesanos”, manifiesta. “Hasta el detalle más nimio es importantísimo. Por eso, se esmeran tanto cuando realizan cualquier obra. Un factor fundamental es la satisfacción personal que los artesanos sienten con respecto a sus obras”.

Si bien vive con gran vocación el arte de Edo Kiriko, el cual le ha dado grandes satisfacciones con los años, Kobayashi decidió no obligar a su hijo para que continuara con su carrera, sino que le animó a que buscara otras alternativas profesionales.

 

Pese a todo, el peso de la historia y la tradición familiar se impuso, y su hijo Yohei decidió participar en el negocio familiar, lo que aportó un toque contemporáneo, pero conservando la esencia de estas obras, las cuales han sido apreciadas y perfeccionadas durante varias generaciones.

“Es una sensación maravillosa poder dedicarme a algo con lo que disfruto y me gano la vida”, proclama Kobayashi. “Me encanta haber elegido este trabajo”.

UN ARTE TRASPASADO A TRAVÉS DE GENERACIONES

Los artesanos que trabajan el cristal Edo Kiriko han elaborado un panel de exquisito gusto para el interior del Lexus LS, con el que se les da la bienvenida a los pasajeros gracias a un entorno que a primera vista se presenta tranquilo y, a su vez, espectacular.