09/05/2023
La ruta Nakasendo fue, durante el periodo Edo (1600-1868), una de las cinco rutas que conectaban Edo (la actual Tokio) con el resto del país, en este caso con la ciudad de Kioto pasando por el valle del Kiso, una zona de gran prosperidad e importancia comercial, por su localización estratégica en el centro de la isla principal.
Con el fin del periodo Edo y la modernización de Japón a finales del siglo XIX, la ruta Nakasendo dejó de usarse en favor del tren y el automóvil. En consecuencia, los pueblos que habían surgido alrededor de las estaciones de postas fueron cayendo en declive, como tantos otros pueblos del Japón más rural… a punto de desaparecer.
Usar el pasado para mirar al futuro
Durante el boom económico de la segunda mitad del periodo Showa (1926-1989), un par de pueblos en plena ruta Nakasendo decidieron invertir en su legado histórico para incentivar el turismo, dado que cada vez había más interés por conocer cómo había sido la vida en el Japón rural del periodo Edo.
Magome, la estación de postas nº41 y Tsumago, la estación de postas nº 42 trazaron un plan para recuperar su esencia histórica. Para ello, soterraron los cables de teléfono y de electricidad, peatonalizaron sus calles principales y restauraron casas y edificios históricos para que albergaran museos específicos sobre la ruta, el contexto histórico y la región.
Además, se fomentó que las casas tradicionales fueran ocupadas por artesanos locales, quienes trasladaron a ellas sus talleres y comenzaron a trabajar de cara al público, no sólo vendiendo su artesanía, sino también produciéndola desde ese mismo lugar.
Otras casas fueron transformadas en minshuku, pequeñas posadas y hostales tradicionales donde sentir el poder del omotenashi, la hospitalidad japonesa. Mientras que otras albergaron tiendas de dulces locales, donde los turistas podían probar los famosos gohei-mochi (que igual recordáis de la película Your Name) o los deliciosos oyaki, típicos de la región o se reconvirtieron en pequeños restaurantes especializados en fideos soba, típicos de la zona.
La ruta Nakasendo, hoy
Gracias a todos estos esfuerzos, Magome y Tsumago se recuperaron del declive y comenzaron a prosperar, a pesar de encontrarse en una situación complicada en plenos Alpes japoneses.
Sus calles principales comenzaron a recrear el ambiente de las antiguas estaciones de postas del periodo Edo, llenándose de vida. Y hoy, nos hacen sentir como si hubiéramos viajado en el tiempo. Aquí se pueden visitar antiguas posadas de viajeros reconvertidas en museos, ver los tablones de anuncios que usaba el shogunato para colgar los decretos, comprar artesanía y disfrutar de la gastronomía local, además de experimentar cómo es la vida en un pueblo rural de montaña.
Y además, dado que se trabajó en la recuperación de parte de la ruta Nakasendo original, los visitantes hoy pueden andar los 8 kilómetros que separan ambas poblaciones y disfrutar de la naturaleza espectacular de la región.
Hoy, la visita a Magome y Tsumago es uno de los puntos turísticos destacados de la zona central de Japón, una “experiencia total” y un ejemplo de cómo se puede usar el pasado para mirar al futuro.
Este post es fruto de la colaboración con el blog de cultura japonesa Japonismo. Texto y fotos: © Luis Rodríguez y Laura Tomás.