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LA VIDA EN EL SÁHARA: TÉ, JAIMA, Y CAMELLO

04 /06 / 2012

A pesar de que muchos saharauis viven en la actualidad en casas en el medio urbano, cada familia guarda su propia jaima que la utiliza en cuanto tiene ocasión para escapar del trajín urbano, adentrarse en el desierto y vivir la nostalgia y la aventura del nomadismo, disfrutando incluso de la austeridad.

El poeta Abadila Hasanna, que escribe en el dialecto saharaui hasaniya, cuenta que el hombre del desierto tiene un fuerte vínculo con la jaima, que simboliza la generosidad y que siempre ha significado un punto de referencia visual para nómadas que atraviesan las inmensidades del desierto.

La forma de una jaima es triangular y su longitud oscila entre 6 o 12 metros, dependiendo de si es una familia numerosa o no. Por dentro, está dividida en dos partes: una destinada a las mujeres y otra a los hombres, donde se suele recibir a los huéspedes.

La tradición de la jaima

Tradicionalmente eran las mujeres las que se encargaban de hacer la jaima, que cosían usando lienzos hechos con pelo de cabra y de camello.

En la actualidad, a pesar de que existen jaimas modernas que no pesan tanto, muchos saharauis siguen aferrados a las tradicionales, que transportan encima de un camello o en sus todoterrenos.

“LA PREPARACIÓN DEL TÉ PARA LOS SAHARAUIS SE BASA EN TRES COMPONENTES: LA PERSONA ENCARGADA DE PREPARARLO, QUE LO ELABORA CON CUIDADO Y SIN APRESURAMIENTO. EL SEGUNDO REQUISITO ES UN BUEN FUEGO SOBRE BRASAS Y EL TERCERO ES EL GRUPO HUMANO: SEGÚN EL POETA ABADILA HASANNA, LA CEREMONIA DEL TÉ NO TIENE SENTIDO SI NO AGRUPA ALREDEDOR DE ÉL UN CONJUNTO DE PERSONAS”.

La forma triangular de la jaima tiene la función de prevenir contra el viento árido del Sáhara, del mismo modo que su composición impide la entrada de las raras lluvias de invierno.

Las jaimas se ordenan en grupos compuestos de más de cuatro carpas llamadas "frig", porque no es común ver una sola jaima aislada en el Sáhara. Los nómadas establecen sus jaimas en un lugar donde haya pasto y que esté cercano a un punto de agua.

La unión del hombre saharaui con su medio natural se completa con la profunda relación que mantiene con el camello. Este animal no es únicamente un medio de transporte en las profundidades del desierto, o el que proporciona leche, carne y lana, es también un compañero de viaje que orienta al nómada incluso hacia el lugar del agua.

Antes, los saharauis usaban el camello para desplazarse o viajar por rutas impracticables. Ahora, los camellos han sido paulatinamente sustituidos por medios más cómodos y más rápidos, como los vehículos todoterreno.

El té, costumbre arraigada en la cultura saharaui

La preparación del té para los saharauis se basa en tres componentes: la persona encargada de prepararlo, que lo elabora con cuidado y sin apresuramiento. El segundo requisito es un buen fuego sobre brasas y el tercero es el grupo humano: según Hasanna, la ceremonia del té no tiene sentido si no agrupa alrededor de él un conjunto de personas.

“LA UNIÓN DEL HOMBRE SAHARAUI CON SU MEDIO NATURAL SE COMPLETA CON LA PROFUNDA RELACIÓN QUE MANTIENE CON EL CAMELLO. ESTE ANIMAL NO ES ÚNICAMENTE UN MEDIO DE TRANSPORTE EN LAS PROFUNDIDADES DEL DESIERTO, O EL QUE PROPORCIONA LECHE, CARNE Y LANA, ES TAMBIÉN UN COMPAÑERO DE VIAJE QUE ORIENTA AL NÓMADA INCLUSO HACIA EL LUGAR DEL AGUA”.

Para pasar el tiempo libre, los saharauis nómadas se divierten con varios juegos populares que ayudan a huir del estrés diario y permiten transmitir sus costumbres. Entre los más populares figuran las damas, "lazl labal" o carrera de camellos y el "sig", juego especialmente popular entre mujeres, y muy común durante el mes de Ramadán.

El "sig" consiste en coger una cantidad de arena y darle forma de semicírculo de unos 60 centímetros de superficie a modo de tablero. Luego se usan palillos de madera o caña con dos lados diferentes: uno coloreado y otro blanco. El juego consiste en lanzar los palillos sobre la arena. Los jugadores no pueden moverse hasta que consigan que los palillos caigan todos sobre la arena con el mismo lado, bien blanco o coloreado.

Para reavivar y salvaguardar la cultura del nomadismo saharaui, Marruecos organiza cada año el musem o festival de Tan Tan, ciudad marroquí pegada al desierto y que antaño fue un lugar de intercambio comercial entre diferentes tribus de la región. El festival es conocido como "amuguer", palabra que marca el comienzo del ciclo agropastoral.

El festival tiene como objetivo poner de relieve la diversidad y riqueza patrimonial de la cultura saharaui, aunque Marruecos aprovecha la cita para añadir un mensaje político al proclamar su soberanía sobre todo el territorio saharaui, incluida la parte del Sáhara Occidental contestada internacionalmente.

“TRADICIONALMENTE ERAN LAS MUJERES LAS QUE SE ENCARGABAN DE HACER LA JAIMA, QUE COSÍAN USANDO LIENZOS HECHOS CON PELO DE CABRA Y DE CAMELLO. EN LA ACTUALIDAD, A PESAR DE QUE EXISTEN JAIMAS MODERNAS QUE NO PESAN TANTO, MUCHOS SAHARAUIS SIGUEN AFERRADOS A LAS TRADICIONALES, QUE TRANSPORTAN ENCIMA DE UN CAMELLO O EN SUS TODOTERRENOS”.

Alrededor de la llamada Plaza de la Paz y la Tolerancia, los organizadores levantan "jaimas temáticas" para representar una muestra de las costumbres y estilo de vida de los saharauis, mientras que el centro de la plaza esta reservado a un desfile y concursos de calidad de camellos, junto a otros juegos hípicos.

Este año unas treinta tribus procedentes de la ciudad y de zonas contiguas participaron en esta celebración de la cultura saharaui simbolizada en una representación del matrimonio, rito en el que se dan la mano todos los símbolos gastronómicos, musicales y vestimentarios de los saharauis.

Mujeres vestidas con sus "melfas" (túnicas vaporosas) y hombres con sus "derraas" (capas azules) compartieron leche de camella, dátiles y asida, la masa de sémola de cebada aliñada con mantequilla rancia.

Es un misterio entender cómo los hombres saharauis conservan una constitución tan fibrosa pese a alimentarse con tanta grasa y azúcar. El musem de Tan Tan fue proclamado en 2005 por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.