16/05/2025
Hay exposiciones que se ven, y otras que se viven. La exposición que le dedica el Victoria & Albert Museum de Londres a Cartier es de las que se ven pero también se viven y se sienten. Con el sugerente título no oficial de “la exposición de los quilates y las emociones”, esta gran muestra —la primera en Reino Unido en más de tres décadas dedicada a la firma— propone un recorrido sensorial e histórico por el universo de una casa que ha sido sinónimo de deseo, sofisticación y símbolo de poder durante más de un siglo.
Con más de 360 piezas entre joyas, objetos, documentos y creaciones nunca antes expuestas, el montaje no solo impresiona por su contenido, sino por la narrativa emocional que lo estructura. Concebida por Rachel Garrahan y Helen Molesworth, y diseñada por el arquitecto Asif Khan, la exposición se aleja del formato enciclopédico para ofrecer una experiencia estética y emocional, que activa todos los sentidos y conecta al visitante con las piezas en un plano casi íntimo.
Todo comienza con una joya-estrella: la tiara Mánchester, una diadema encargada en 1903 por la americana Consuelo Yznaga, duquesa por matrimonio, y que hoy ocupa el centro de la sala como si fuera el sol de un universo precioso. “Queríamos que los visitantes sintieran el reflejo de los diamantes en su rostro, como si compartieran espacio con las piezas”, explica Khan. Esta intención atraviesa toda la exposición: la de borrar la distancia entre objeto y espectador, entre historia y presente.
Distribuida en 14 salas y 1.100 m², la muestra recorre momentos clave en la historia de la firma: desde la fundación en 1847 por Louis-François Cartier, hasta sus encargos para la realeza, la aristocracia y el star system de Hollywood. De las pulseras de Gloria Swanson al anillo de compromiso de Grace Kelly, del broche egipcio de la diosa Sekhmet al collar de serpiente de María Félix, pasando por los relojes misteriosos y el mítico Crash de los años 60.
Pero el recorrido no es solo cronológico ni estilístico. También es profundamente narrativo. Las voces de los tres hermanos Cartier —Louis, Pierre y Jacques— suenan al inicio, leyendo cartas reales a su padre, para situar al visitante en la dimensión humana del linaje. Aparecen también las creaciones para el marajá de Patiala, la invención del estilo Tutti Frutti, la famosa tiara Scroll que lució Clementine Churchill y después Rihanna, o el zafiro de 478 quilates que perteneció a la reina Marie de Rumanía.
La exposición no evita la dimensión mitológica de Cartier, pero tampoco se entrega al culto. Al contrario: muestra también cómo estas piezas han acompañado transformaciones sociales, como la emancipación femenina o la modernidad estética del art déco. En sus vitrinas, la pantera no es solo un emblema decorativo, sino un símbolo de fuerza y transgresión. De hecho, muchas de las joyas expuestas nunca habían sido mostradas al público: piezas privadas, préstamos de museos internacionales y tesoros del archivo Cartier, fundado en 1983 en Ginebra y dirigido hoy por Pascale Lepeu, responsable de custodiar más de 3.500 creaciones y de continuar una labor que es casi arqueológica: “Es como un gran puzle”, explica, “buscamos piezas que representen cada momento, técnica y estilo”.