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UN DELIRIO PARA EL PALADAR

26/04/2024

En el barrio de Sainikpuri, en la ciudad de Hyderabad, en el sur de India, hay un restaurante que se mantiene fiel a su nombre. Con forma de anacardo invertido y lleno de tonos suaves y mantecosos, The White Cashew no se ve diferente de lo que parece. Inevitable, en realidad, cuando la inspiración, como dice Varsha Reddy, la mitad de la firma de arquitectura NaaV Studio con sede en Hyderabad, era "un poco loca". 

El local en la azotea de 418 metros cuadrados, que se especializa en cocina india de fusión, hace honor a su nuez homónima a través del tono y la textura, sí, pero igualmente, a través de una tranquila fusión de paleta y paladar. Por supuesto, para Varsha y la otra mitad de la firma, Niharika Didige, la inspiración fue más allá de las guarniciones del menú. "La vegetación era demasiado grande para ignorarla", dice Niharika sobre el paisaje que lo rodea. Maximizar las vistas significaba minimizar la decoración, un riesgo que la pareja estaba dispuesta a correr. A su modo de ver, "era una forma abreviada de equilibrar la atención”.

Fue una apuesta que dio sus frutos. Salvo la puerta que separa la entrada del interior, no se aprecian diferencias entre el exterior y el interior. Son comunes los muebles de roble claro y la instalación del techo ondulado de yute. Igualmente apagada es la decoración. “Omnipresente es la ligereza del ser. Incluso el interior es parte exterior, gracias a una zona de asientos al aire libre de grava equipada con una isla de bar y mesas, cada una orientada hacia una vista. Todas las escenas encajan como un rompecabezas”, afirma Varsha. Fiel a sus palabras, hay tanto para disfrutar en el interior como en el exterior, gracias a los maceteros y las paredes de yeso, y las instalaciones de pared en forma de anacardo que parecen levitar de alguna manera.

Como cuentan los arquitectos, algunas cosas salieron según lo planeado y otras, no. Prueba A: la instalación del techo de yute, que Niharika y Varsha revelan que fue una espectacular pieza de bricolaje. "No pudimos lograr que el contratista lo diseñara como queríamos, así que nos encargamos de arreglarlo nosotros mismos", reflexiona Niharika. Lo que siguió fue experimento tras experimento tras experimento, hasta que, afortunadamente, uno tuvo éxito. ¿El resultado? Un mar de olas diáfanas en el techo que sirven a la vez para atrapar la brisa y contrarrestar la luz del sol. “Fue un feliz accidente”, ríe Varsha. "Pero ahora no podemos imaginarlo de otra manera".