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ESPAÑA ES UN MUNDO: MONTSANT, TARRAGONA

30/07/2020

“El vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza”, decía José Ortega y Gasset.

Y lo cierto es que no sabemos si visitó la Sierra del Montsant y probó sus caldos, pero sabía de lo que hablaba. Por aquel entonces, no existía la denominación de origen, pues se estableció en 2002, aunque sus impresionantes pueblos y rincones llevaban años viendo pasar la tranquila vida de la zona. Quizá por eso, no es de extrañar que sus vinos se hayan convertido en una auténtica revelación en los últimos años, viviendo un crecimiento espectacular en poco más de una década, con más de 50 bodegas que hacen las delicias de los paladares más exquisitos.

Su historia, vinculada a los vinos de la cercana denominación del Priorat –con quien tiene en común un pasado de monjes cartujos del siglo XII– y su clima de contrastes, así como una peculiar orografía, le confieren ciertas peculiaridades que son las que le han dado la merecida fama que hoy cosecha. Los terrenos calcáreos, la gran concentración de lluvias y los altos rendimientos de las cepas, son los que consiguen ese sabor más fresco y con fondo de fruta que descubrimos en boca.

 

Un vino que fluye por la sierra

Pero no vamos a ponernos enólogos, que de eso saben, y mucho, otros. Lo que nos proponemos es viajar al lugar donde se origina esta nueva hornada de vinos. Y para ellos, ponemos rumbo a la sierra del mismo nombre, que –bajo la protección de sus impresionantes rocas– acoge un sinfín de pueblos y bodegas con tanto encanto y estilo como las de Napa en California, por ejemplo.

Conviene aclarar que como la sierra de Montsant está enmarcada en la comarca del Priorat, en ocasiones hay confusión con las dos denominaciones de origen. Pero en cuanto a paisaje no hay error posible, son el mismo y comparten una explosión de naturaleza en torno a viñas, rocas, altos y valles. Podemos tomar cualquiera de sus pueblos como referencia, pero vamos a detenernos en Miravet, uno de los pueblos con más encanto de Tarragona. Anclado en la orilla del río Ebro, es famoso por su imponente castillo templario colgado sobre la roca roja, además de su casco antiguo, la iglesia vieja, sus casas colgantes o su alfarería. Por sus calles han pasado moriscos, templarios, navegantes y comerciantes, con el fragor de las batallas del Ebro al fondo.

Siruana es otro lugar donde merece la pena detenerse, considerado por muchos el mirador más espectacular de la Costa Dorada. A modo de atalaya y como suspendido en una cornisa sobre el pantano del mismo nombre, todavía se ven las marcas del carruaje del que, dice la leyenda, saltó la reina mora Abdelazia cuando se presentaron los cristianos. Fortalezas sarracenas, calles de piedra empinadas y las vistas, impresionantes desde cualquier posición.

De bodegas también vive el hombre

Por eso, una vez entendido y paseado su paisaje, lo que hay que hacer es comprobar in situ la calidad de los vinos de la D.O. Montsant. No está de más consultar la web de la página oficial de la D.O. y la de la Oficina de Turismo, es la mejor forma de descubrir las delicias que se esconden entre las viñas.

Así, por ejemplo, nos encontramos con Celler Capçanes, con una producción anual de 800.000 botellas y presente en más de 25 países. Y entendemos el porqué, solo hay que probar su vino tinto Peraj Ha’abib Flor de Primavera. Imperdonable no conocer Celler la Placeta, que se inicia en 2014 con la peculiaridad de trabajar sus viñedos de forma ecológica y con la idea de recuperar el vino blanco que se producía tradicionalmente en su población: Els Guiamets.

La bodega de Vinyes Domènech es un edificio bioclimático y de arquitectura funcional, integrado en el entorno, que genera electricidad con energías renovables al 90%. Y, además, produce unos vinos tan honestos y singulares como el paraje donde se enclava. Algunas, como Bodegas Baronia del Montsant, ofrecen una visita que incluye 4x4, bodega y degustación, con posibilidad de combinar con comida y maridaje e incluso alguna actividad lúdica de la zona.

Y puesto que los olivos también forman parte del entorno, no hay que dejar de visitar Celler Aibar, una empresa familiar dedicada al cultivo de la vid, frutales y olivos, que comercializa aceite de oliva virgen y vinos con D.O. Montsant. Si se va con amigos o familia, se puede solicitar preparar un evento en su gran comedor del antiguo molino de aceite, donde los platos típicos de la zona sabrán mucho mejor acompañados por los vinos de esta bodega.