07/06/2023
A pesar del proceso de modernización e industrialización que irrumpió en Japón tras el periodo Edo (1600-1868), el país consiguió mantener una conexión directa y especial con sus artesanías, especialmente en talleres que siguieron pasando conocimientos, materiales y técnicas tradicionales de generación en generación.
Un ejemplo de ello es la tradición herrera japonesa, en la que se siguen usando técnicas tradicionales de forja para fabricar todo tipo de artículos de filo. Y uno de los mejores lugares donde comprobarlo en directo es la ciudad de Seki, situada en la prefectura de Gifu, en el centro de la isla principal de Japón.
Seki es una de las tres capitales de la herrería y la forja japonesa, junto a Sakai (al sur de Osaka) y Sanjo (en la región de Niigata). De hecho, la calidad de las espadas y los cuchillos de Seki está a la altura de Solingen (en Alemania) y Sheffield (en Reino Unido), siendo uno de los tres grandes centros de la herrería mundial.
En Seki, la tradición de forjar espadas y cuchillos viene de lejos y se remonta al periodo Kamakura (1185-1333), cuando decenas de herreros se mudaron a la región, ya que aquí se encontraban tres condiciones indispensables para la elaboración de espadas y cuchillos de gran calidad. La primera, el agua abundante del río Nagara y sus afluentes; la segunda, la gran disponibilidad de madera (para obtener carbón usado en el proceso de fabricación); y, la tercera, grandes depósitos de arena de hierro (un tipo de arena con grandes concentraciones de hierro).
Gracias a ello, los herreros de Seki comenzaron a forjar cuchillos y katanas de calidad y rápidamente se ganaron la reputación de forjar artículos que “nunca se rompen, nunca se doblan y cortan maravillosamente bien”. Y, por ello, samuráis y señores feudales de distintas regiones del Japón de antaño buscaron hacerse con una auténtica katana forjada aquí, lo que popularizó más si cabe esta región como capital de la herrería de Japón.
Setecientos años después, Japón ya no es una sociedad feudal de samuráis y katanas, sino una sociedad moderna de cuchillos de cocina, tijeras de jardinería y cortauñas, en todo caso. Pero la tradición herrera de Seki no ha desaparecido, sino que se ha expandido para dar respuesta a las nuevas necesidades del mundo moderno. Los herreros de Seki, formados en esos talleres que han pasado de generación en generación, usan las mismas técnicas de forja tradicionales que sus antepasados usaron para la forja de katanas y, con ellas, fabrican todo tipo de cuchillos, tijeras, cortauñas y otros artículos.
De esta manera, se combina la tradición artesanal con la tecnología moderna para dar forma a todo tipo de objetos de filo. Y aunque la industria se haya modernizado, sigue disfrutando del mismo entorno natural de agua, monte y tierra, ideal para mantener la calidad siguiendo las técnicas tradicionales. De hecho, en Seki, se producen katanas y cuchillos tanto de acero inoxidable como de acero laminado, muy apreciados por su gran calidad. Todos son conocidos por ser extremadamente afilados y muy resistentes a mellas y golpes.
Existen en la ciudad varios lugares donde descubrir todos los secretos de la herrería de Seki. Aquí puedes visitar fábricas, tiendas y talleres de cuchillería que producen todo tipo de productos, tanto de estilo occidental como de estilo japonés como la herrería Hamono-ya Sanshu o la herrería G-Sakai. En la primera, puedes aprender más del proceso de creación de una katana y hasta disfrutar de un auténtico espectáculo de katanas. En la segunda, puedes hasta hacer tu propio cuchillo de cocina.
Y, además, puedes visitar la Asociación de cuchillería de Seki, el Museo de los herreros de Seki o el Salón de la cuchillería para ver observar las técnicas centenarias de la forja de katanas y cuchillos en demostraciones para los turistas. Ver a los maestros herreros forjar una auténtica katana, golpeando el acero hasta que salen chispas, es un espectáculo digno de ver que te hace viajar en el tiempo.
Este post es fruto de la colaboración con el blog de cultura japonesa Japonismo. Texto y fotos: © Luis Rodríguez y Laura Tomás.