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ESPAÑA ES MUCHO MUNDO: FORMENTERA, ISLAS BALEARES

23/07/2020

Formentera es azul, es playas salvajes escondidas entre dunas, es la mirada directa de Paz Vega subida en una moto con un vestido rojo y el Faro de Cap de Barbaria al fondo en la película ‘Lucía y el sexo’, es la calma pitiusa y la luz del Mediterráneo.

Y es que la menor de las Islas Baleares mantiene intacto ese sentido entre místico y salvaje, resistiéndose a perder su identidad a golpe de turista. Formentera es misteriosa y cautivadora, y regala lugares únicos a quienes llegan en barco a su costa.

La geografía dice que es la más meridional de las Baleares y que cuenta con 69 kilómetros de litoral, salpicado de orillas interminables de arena blanquísima y donde el inclasificable color turquesa de sus aguas sigue siendo un misterio para Pantone y su sistema de definición cromática.

 

Sin luz y con piratas

A Formentera no llegó la luz hasta 1968, en cambio los piratas ya sabían de las maravillas de la isla desde el siglo XVIII, de ahí las hasta cinco torres de vigilancia que pueden visitarse, Sa Guardiola, la más antigua, Sa Punta Prima, de la Gavina, des Pi des Català y des Garroveret en el ya famoso Cap de Barbaria. Todas declaradas Bien de Interés Cultural en 1949.

Con la luz llegaron los hippies y ese aire de pausada tranquilidad que parece presidir cada rincón de la isla, tratando de ser el contrapunto de Ibiza y apostando por ambientes sosegados y paisajes evocadores. A ello ayuda la interminable luz del sol, más de 2.800 horas al año, y su paisaje llano, pues su zona más alta son los 192 metros de altitud a los que se encuentra La Mola.

La perfecta definición de verano

Cuando el ferry entra en el coqueto puerto de La Savina, ya hemos podido adivinar parte del perfil de la isla, un sinfín de arenales entre los que asoman los chiringuitos, otra de las señas de identidad, de visita obligada para entender parte de su encanto y que, en combinación con las diferentes playas, conforman un binomio perfecto que define el verano. Porque en Formentera lo difícil es elegir a qué playa quieres ir, y dónde vas a acabar tomando algo durante el día.

En la zona occidental están las playas de Cala Saona, Es Trucadors en la punta del saliente, y sobre todo Illetes, considerada una de las mejores de Europa. Aunque hay que pagar para entrar y el aforo es limitado, nadie puede irse sin haber esperado la pertinente fila de coches para después aparcar y subir por una de las pasarelas que nos llevan directos a esas cristalinas aguas que nada tienen que envidiar al Caribe.

Y entre la oferta gastrociosa es imprescindible dejarse caer por el Juan y Andrea con su arrocito, hacerse una foto en el ya mítico banco del Beso Beach para subirla en Instagram y dejar claro que #nohayveranosinbeso mientras vemos atardecer. El kiosco El Pirata es otro clásico donde entregarse a la dieta mediterránea, El Tiburón o Es Molí de Sal. Sin mover el coche pero andando un poco por las dunas, llegaremos al otro lado del puntal y a la Playa de Levante, donde Es Ministre, el Tanga o Chiringuito Manolito saciarán la sed del paseo y el hambre a mediodía.

 

Un sur lleno de posibilidades

Con visita a Sant Francesc Xavier, capital de la isla, y dejando a ambos lados del camino un par de molinos antiguos, pondremos rumbo al sur en busca de más verano eterno. Porque eso es lo que encontramos en Playa Migjorn. En concreto, cuatro kilómetros de abrumadora tranquilidad y calas de arena finísima. Se puede acceder a ella desde la carretera y por varios caminos de tierra, déjate llevar y descubre en cada acceso un rincón diferente.

Y entre baño y baño, y selfie y selfie, hay que seguir entregándose al placer del comer y el beber, en kioscos básicos pero efectivos como el Lucky, o restaurantes como Sa Platgeta y Amore e Iodio. Eso sí, prepara tu outfit para el Blue Bar, porque es otro nivel. Se trata de uno de los locales más antiguos, apareció allá por los liberales años 70, y su decoración con reminiscencias galácticas y azules extraterrestres es tan reconocible como gloriosas sus fiestas hasta altas horas de la madrugada después de haber cenado en su terraza.

 

Otro tipo de turismo

Formentera, que no deja de ser un destino turístico, también cuenta con poblaciones más enfocadas a un tipo de visitante que busca una zona donde concentrar todas las posibilidades de la isla sin moverse demasiado. Y Es Pujols, en el norte, es el lugar perfecto para quienes buscan ese tipo de vacaciones. Ocio y playas como la propia de Es Pujols, des Canyers o Sa Roqueta reúnen todo lo necesario para dejarse llevar por los beneplácitos de un tipo de turismo más convencional.

Y si se busca algo pequeño, asequible de precio, con una oferta limitada pero suficiente y una playa donde dejarse morir al sol, Es Caló es el lugar. Cuatro casitas, un pequeño súper, un puerto de madera con sus barcas protegidas a la sombra, algún apartamento turístico y el restaurante (y alojamiento) Can Rafalet. Y el mundo puede pararse porque nosotros nos quedamos aquí.

Y las zonas sin playa pero con vistas espectaculares y lugares maravillosos son las que nos llevan a los dos faros de la isla, Es Cap de Barbaria, con la torre des Garroveret al lado y un entorno hipnótico, y en la otra punta, la Mola, previa jornada de shopping en el mercadillo que cada domingo cierra las calles de El Pilar de La Mola.